He pasado mucho tiempo partida en dos, debatiéndome entre seguir escuchando todas esas voces de mi cabeza o silenciarlas de golpe y dejar de sentir.
He pasado mucho tiempo intentando saber si toda esa basura mental y todos esos fantasmas me correspondían, si era parte de mí ese tormento que me estaba haciendo tanto daño.
He pasado mucho tiempo intentando aceptar, vivir con esas voces que antes gritaban y que ahora sólo susurran.
He pasado mucho tiempo odiando mi entorno, sin querer sumar más voces a mis voces, sin poder salir sin ahogarme, sin poder ver luz entre las sombras.
Y pasa, pasa duro, fuerte, intenso y entre lágrimas. Pasa que crees que va a ser interminable, que no vas a escapar de esa jaula y piensas que poner punto y final haría todo más fácil.
Pero también pasa que hay manos donde agarrarse para salir de lo oscuro, abrazos donde llorar, donde poner pausa y hacerse bolita, y almas amigas para acompañarte, sentarte a tu lado en silencio y ayudarte a entenderte, a ser.
Y al final pasa que las voces se reconcilian contigo y tú con ellas. Y no es fácil, no miento, no lo es. Pero pasa. Y sin saber cómo lo has hecho, llegas, existes y aprendes a sentirte tranquila.